Dorados
Monumentos, grandes edificios, columnas, calzadas... Quedan sólo las grandes obras. Y poco de la vida cotidiana, pocos objetos que nos digan qué eran esas personas de hace dos mil años. Quiénes eran. Porque son esos objetos de la vida cotidiana los que dicen lo que somos nosotros. Si ocurriera un gran cataclismo y todo desapareciera, lo que quedarían serían los edificios del poder, de la religión, de la ostentación. Algo muy general, una parte de nosotros también, que nos representa como sociedad, pero quizá la parte que menos nos define como personas individuales.
No quedarían nuestros ordenadores, ni las palabras que escribirmos en ellos. Quizá algún disco duro que sirviera de muestra. No quedaría nuestra ropa, ni tantas cosas inútiles que atesoramos, ni los libros, ni los vinilos, ni los sabores de los alimentos, ni las palabras cómplices, ni los olores, las risas y el tacto de las sábanas. Seríamos Bush: su imperio, y grandes edificios mastodónticos. Seríamos grandes mansiones que se conservarían por su estructura, y mezquitas, e iglesias... Seríamos tanques.
Tuve la oportunidad de ver lo que quedó de Pompeya y Ercolano, las dos ciudades romanas sepultadas bajo cenizas volcánicas en el año 79 d.c. El Vesubio, aunque destruyó mucho, permitió conservar mosaicos, frescos, estructuras de casas, joyas. También permitió contemplar la ruina de una pequeña parte de esa vida cotidiana. Se conservó la decoración de las casas, del prostíbulo, de una cantina. Decoraciones que dan cierta información de lo que ellos eran. Bueno, de lo que eran los ricos, claro. Porque los pobres no cuentan. De esos no queda absolutamente nada. Quizá algún molde de cenizas, el vacío que sus cuerpos dejaron en las cenizas al desintegrarse.
Y la decoración de las casas de Pompeya y Ercolano (que posteriormente fue copiada por el neoclasicismo e incluso ahora, en forma de angelitos y guirnaladas, sigue estando de actualidad) muestra el afán ostentatorio, algo que tampoco pasa de moda pasen los siglos que pasen. Columnas de ladrillo revestidas de yeso y pintadas imitando marmol. Pinturas representando escenas mitológicas con profusión de columnas y más columnas. Dorados a mogollón. (Vamos, porque son romanos, antiguos y les tengo cierta consideración mitómana, pero me parecía una decoración insoportable con tanta guirnalda, cupidos, y dioses varios)
Para imaginarse la escena basta con mirar en el Hola cualquier mansión de actor de Hollywood, noble alemán o francés, nuevo rico o rockero superventas. La profusión de dorados sigue estando de rabiosa actualidad.
No sé si tanto fresco ostentatorio, tantos cupidos dorados y decoración recargada, tuvo alguna influencia en los cerebros y afectó a los reflejos, retardando la huída del volcán. La mayoría la palmaron. Lo cual sirvió para que los arqueólogos hagan unos moldes estupendos de yeso en los que se ven las posturas de desesperación que tenían al morirse. Y los turistas, con una ávida sonrisa morbosa, graban en los vídeos los moldes para enseñarselos a sus amigos, lo cual les hace muy felices.
Han pasado dos mil años, y estremece pensar que eran tremendamente parecidos a lo que nosotros somos hoy en día. A mí me estremeció estar allí, caminar sobre las calzadas ya limpias de cenizas y entrar en sus casas, con los patios interiores, como los de Sevilla. Es como si el ser humano no pudiese dejar de ser lo que es, a pesar de avances, culturas y tecnologías varias.
Foto: Casa en Ercolano
No quedarían nuestros ordenadores, ni las palabras que escribirmos en ellos. Quizá algún disco duro que sirviera de muestra. No quedaría nuestra ropa, ni tantas cosas inútiles que atesoramos, ni los libros, ni los vinilos, ni los sabores de los alimentos, ni las palabras cómplices, ni los olores, las risas y el tacto de las sábanas. Seríamos Bush: su imperio, y grandes edificios mastodónticos. Seríamos grandes mansiones que se conservarían por su estructura, y mezquitas, e iglesias... Seríamos tanques.
Tuve la oportunidad de ver lo que quedó de Pompeya y Ercolano, las dos ciudades romanas sepultadas bajo cenizas volcánicas en el año 79 d.c. El Vesubio, aunque destruyó mucho, permitió conservar mosaicos, frescos, estructuras de casas, joyas. También permitió contemplar la ruina de una pequeña parte de esa vida cotidiana. Se conservó la decoración de las casas, del prostíbulo, de una cantina. Decoraciones que dan cierta información de lo que ellos eran. Bueno, de lo que eran los ricos, claro. Porque los pobres no cuentan. De esos no queda absolutamente nada. Quizá algún molde de cenizas, el vacío que sus cuerpos dejaron en las cenizas al desintegrarse.
Y la decoración de las casas de Pompeya y Ercolano (que posteriormente fue copiada por el neoclasicismo e incluso ahora, en forma de angelitos y guirnaladas, sigue estando de actualidad) muestra el afán ostentatorio, algo que tampoco pasa de moda pasen los siglos que pasen. Columnas de ladrillo revestidas de yeso y pintadas imitando marmol. Pinturas representando escenas mitológicas con profusión de columnas y más columnas. Dorados a mogollón. (Vamos, porque son romanos, antiguos y les tengo cierta consideración mitómana, pero me parecía una decoración insoportable con tanta guirnalda, cupidos, y dioses varios)
Para imaginarse la escena basta con mirar en el Hola cualquier mansión de actor de Hollywood, noble alemán o francés, nuevo rico o rockero superventas. La profusión de dorados sigue estando de rabiosa actualidad.
No sé si tanto fresco ostentatorio, tantos cupidos dorados y decoración recargada, tuvo alguna influencia en los cerebros y afectó a los reflejos, retardando la huída del volcán. La mayoría la palmaron. Lo cual sirvió para que los arqueólogos hagan unos moldes estupendos de yeso en los que se ven las posturas de desesperación que tenían al morirse. Y los turistas, con una ávida sonrisa morbosa, graban en los vídeos los moldes para enseñarselos a sus amigos, lo cual les hace muy felices.
Han pasado dos mil años, y estremece pensar que eran tremendamente parecidos a lo que nosotros somos hoy en día. A mí me estremeció estar allí, caminar sobre las calzadas ya limpias de cenizas y entrar en sus casas, con los patios interiores, como los de Sevilla. Es como si el ser humano no pudiese dejar de ser lo que es, a pesar de avances, culturas y tecnologías varias.
Foto: Casa en Ercolano
5 comentarios
seamos cínicas -
Zaho, quedarán las centrales nucleares y las grandes obras de ingeniería, como las presas, por ejemplo.Y los basureros, como dice Kiri. Aunque los basureros sí son una enorme fuente de información sobre lo que es una sociedad.
Esstupenda, son cosas diferentes el legado de Ercolano y el "legado" de los desaparecidos en la guerra civil. Ercolano es una interesante muestra de información sobre lo que eran aquellas gentes de hace dos mil años (y habrá gente que considere que excavar esas ruinas es una tontería porque no es tan productivo como poner una fábrica de estropajos). Los muertos de la guerra civil son una deuda social de ahora (ya habrá gente que considere que gastar ese dinero en buscar los restos es una estupidez cuando se podría gastar en vaquillas para la fiesta del pueblo). Creo que para bastantes familiares de ls víctimas es importante encontrar a sus antepasados como una forma de reconciliarse con la historia. No estoy de acuerdo con que esto se manipule por los políticos, ni por los de un lado ni por los de otro.
En mi opinión, no son comparables Ercolano y los muertos de la guerra civil. Son cosas distintas.
Kiribatik -
Es pura y simple manipulación de la información, al servicio del poder.
Zahorí, tienes razón. De nuestra época van a quedar bien poquitas muestras arquitectónicas. Tampoco me parece que merezca la pena que queden muchas, la verdad.
Mientras vayamos conservando lo que nos legaron del pasado, nos daremos con un canto en los dientes.
De nuestro siglo, quedarán estratos arqueológicos completamente llenos de basura y desperdicios no biodegradables. Es lo que menos se destruye.
Bienvenidos al Siglo de los Guarros.
Tengo un día tremendo. De verdad.
Essstupenda -
Y además la historia la hace quien la paga, y la pagan los que tienen dinero, los que la ganaron (me ha costado llegar a esta reflexión, no lo dudes, aunque parezca simple, en realidad es ólo sencilla.
No hay más que atender, sólo un poco, a "las fosas del olvido", mucha gente se pregunta aún ¿y quién quiere recuperar ahora esa parte de nustra memoria histórica? ¿para qué vamos a gastar dinero en catalogar muertos? ¿yo no pago impuestos para desenterrar muertos que no me tocan nada?
Nada nos toca la historia de los perdedores, parece...Ni siquiera esta tan reciente y tan injustamente olvidada.
Y me preocupa mucho más que el legado oculto de Ercolano o Madinat al zahara
Zahorí -
Si queréis dejar algún mensaje para el futuro, mejor grabadlo en piedra en alguna montaña.
KiribatiK -
Y mira: cuando se da un caso como el de Pompeya y Herculano, y podemos acceder al privilegio de asomarnos a sus vidas, lo que descubrimos es que, en el fondo, eran muy parecidos a nosotros.
Y es curioso, muy curioso, que el hombre, por más que se adentre en una incógnita del pasado, al final suela acabar por encontrarse a sí mismo, o a su vecino, o a las celebridades del momento.
Han cambiado las leyes, los Estados, las modas. Pero los deseos más íntimos, los afectos, los odios, los temores,el sentimiento ante la belleza, son los mismos.
Debemos estar hechos de una pasta duradera, después de todo, para bueno y para malo.
Y después de esta bonita y filosófica reflexión, voy a desayunar.