El juego de la decepción
Es posible que decepcionar haga más libre, que quite el peso del miedo a decepcionar, algo tan común. Porque decepcionamos no tanto por lo que somos, sino por lo que los demás esperan de nosotros. Y es una esclavitud pretender ahorrarse el decepcionar por el miedo a sufrir, a que no te consideren. Porque no sabes si realmente ya has decepcionado y no te lo dicen. Porque eres un esclavo de lo que crees que los otros esperan de ti. Y lo que realmente esperan de ti nunca lo sabrás, porque es algo confuso, que entra dentro de sueños ajenos un tanto cambiantes según sus propias circunstancias.
Decepcionemos pues. Vamos a decepcionar. Qué nos digan eso de "no esperaba esto de ti", esa frase tan cruel, dicha con retintín, que ahora nos sonará a gloria. Porque decepcionar puede ser incluso placentero según uno se va desprendiendo de esclavitudes de los supuestos anhelos y esperanzas de otros.
Hoy he visto en teatro "La cabra", de Edward Albee. En esta pieza un hombre, de vida perfecta-perfectísima-progre-tolerante- creativa de la muerte, (arquitecto progre de éxito con una vida matrimonial perfecta) se enamora de una cabra. Y se la folla, claro, como es natural. Su medio, tolerante-progre, podría aceptar cualquier cosa, incluso que se cambiara de sexo, pero nunca que se enamorase de una cabra. Son las reglas no escritas.
Y bueno, no pretendo que haya enamoramientos masivos de cabras ni de animales de granja. Los pobres bastante tienen ya como para aguantar encima al yuppie de turno enamorado. Tan sólo me gustaría aprender a decepcionar, que ello, cuando ocurra, (y suele ocurrir muchas veces) me moleste menos de lo que lo hacía antes, que no me sienta tan mal. Porque realmente estamos aquí para decepcionar a los demás. Es lo que hacemos la mayor parte del tiempo y ya es hora de que aprendamos (hablo en plural porque me estoy dirigiendo a mis varios yoes, que se suelen llevar bien, pero a veces se pelean entre ellos) a dominar bien el oficio de decepcionadores.
Decepcionemos pues. Vamos a decepcionar. Qué nos digan eso de "no esperaba esto de ti", esa frase tan cruel, dicha con retintín, que ahora nos sonará a gloria. Porque decepcionar puede ser incluso placentero según uno se va desprendiendo de esclavitudes de los supuestos anhelos y esperanzas de otros.
Hoy he visto en teatro "La cabra", de Edward Albee. En esta pieza un hombre, de vida perfecta-perfectísima-progre-tolerante- creativa de la muerte, (arquitecto progre de éxito con una vida matrimonial perfecta) se enamora de una cabra. Y se la folla, claro, como es natural. Su medio, tolerante-progre, podría aceptar cualquier cosa, incluso que se cambiara de sexo, pero nunca que se enamorase de una cabra. Son las reglas no escritas.
Y bueno, no pretendo que haya enamoramientos masivos de cabras ni de animales de granja. Los pobres bastante tienen ya como para aguantar encima al yuppie de turno enamorado. Tan sólo me gustaría aprender a decepcionar, que ello, cuando ocurra, (y suele ocurrir muchas veces) me moleste menos de lo que lo hacía antes, que no me sienta tan mal. Porque realmente estamos aquí para decepcionar a los demás. Es lo que hacemos la mayor parte del tiempo y ya es hora de que aprendamos (hablo en plural porque me estoy dirigiendo a mis varios yoes, que se suelen llevar bien, pero a veces se pelean entre ellos) a dominar bien el oficio de decepcionadores.
12 comentarios
seamos cínicas -
Mejor abro un tema con ello porque hay mucho que desarrollar. :)
Kiribati -
Y ese camino de perfección consiste, sobre todo, en pensar en sí misma en último lugar, relegando con gusto sus necesidades propias para anteponer, siempre y en todo caso, las de los demás, sobre todo si esos demás son de género masculino.
Esto puede aplicarse a todos los terrenos de la vida, desde el sexo hasta el reparto de las lentejas en la mesa.
Y este comportamiento moral exigido, dio lugar también al típico tío malcriado que, al cambiar los tiempos, espabilarnos las mujeres y sentirse él desatendido y abandonado por la mujer-mamá, reacciona, en el mejor de los casos, como un ñoño que no sabe encauzar su vida solo. Y, en el peor, como un mal bicho maltratador, chantajista y mentiroso.
Hablo, claro está, de extremos, puesto que afortunadamente hay muchísimos hombres independientes y buenos compañeros, que luchan todos los días por superar los prejuicios y el miedo a lo desconocido, como pioneros de nuevas formas de vida.
Bueno, así veo yo el panorama en las Españas. En las Europas, que dicen que están más avanzadas y tal, ¿cómo ves la cosa, Cin?
(Tienes razón, no había pensado lo de las condiciones sanitarias. En mi condición de rana intermitente, no está bien que cometa estos fallos. Prometo enmendarme)
seamos cínicas -
seamos cínicas -
Esstu, creo que en algunos aspectos ese listón es más exigente para las mujeres, pero en otros, es más fuerte para los hombres. Depende también del medio social.
Aunque en un balance, creo que posíblemente el nivel de exigencia sea superior para la mujer.
Ezzzzztupenda -
Kiribati -
Pues ese es el problema. Creo que a muchos nos han imbuído de la idea de que tenemos que alcanzar unos niveles de perfección que te cagas.
Y la cosa de haber interiorizado esa enseñanza desde niños jode bastante lo de pasar de la opinión de los demás. Aunque merece la pena intentarlo, y mucho. Pero es un esfuerzo, de eso no me cabe duda. Un trabajo, más bien. Un trabajo de por vida.
A ver, reina de las cínicas: lo de follarse a las bestias no es que decepcione, es que es una guarrería.
Creo.
seamos cínicas -
seamos cínicas -
Hechi, ya habrá tiempo para decepcionar. :)
Kiri, es posible que follarse a una bestia sea decpcionante (o no, no lo sé) el caso es que me refería al hecho de decepcionar a los demás por lo que uno es o lo que uno hace.
Zaho, ya sé que "a quién le importa lo que yo haga etc". Todo eso queda muy guays y tal, pero en la realidad somos bastante más complejos que eso. La canción de Alaska compuesta por Berlanga, es también una pose, puesto que busca el apoyo de los fans y el apoyo de mucha gente que quiere una mayor libertad de comportamiento. Es una canción que no decepciona a la gente que quiere escuchar eso. Además, la pose de invulnerabilidad absoluta ante las críticas, es eso, una pose. Una pose que puede venir bien de vez en cuando, pero por debajo está el hecho de que somos seres sociales y dependemos mucho del medio, no sólo de nosotros mismos.
Y la realidad es bastante más compleja que todo eso. Deben existir muy pocas personas que cien por cien hagan lo que hagan sin temor a decepcionar, en un momento dado, a los demás, o a su círculo más íntimo. Es posible, que si existe alguien así, sea lo más parecido a un psicópata.
Zahorí -
Como cantaba Alaska, a quién le importa, lalala
KiribatiK -
Aunque a mí lo que me jode de verdad es decepcionarme yo sola conmigo misma.
Pero también depende del día que tenga.
No veo la relación de decepcionarse con lo de follarse a las bestias, Cin. Me lo explique. :-P
Hechi -
parapo -